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Morente 1983 Lecciones preliminares de filosofía

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MORENTE, A. (1983:96-97). Lecciones preliminares de filosofía. México: Editores Mexicanos Unidos

La metafísica realista

Tendremos por consiguiente, esta lista de ocho categorías que acabo de enumerar, y que son: substancia, cantidad, cualidad, relación, lugar, tiempo, acción y pasión. En algunos pasajes se aumenta con dos más, que desaparecen en otros pasajes, y que son la “posición”, o sea el decir de un ser que está tendido, sentado, enhiesto, etc., y “estado”, que quiere decir un ser, por ejemplo, que está armado o desarmado; que está florecido o sin florecer; seco o húmedo. Estos dos últimos debieron producir en la mente de Aristóteles dificultades de carácter metafísico y lógico, porque a veces los suprime; y la tradicional lista de categorías que encontrarán ustedes en cualquier historia de la filosofía, se restringe a las ocho que les he enumerado.

El problema planteado aquí por Aristóteles por vez primera es extraordinariamente interesante. Es el problema de la estructura del ser. Ya Aristóteles considera que esta estructura del ser es, al mismo tiempo, estructura del pensar; es decir, que ya Aristóteles da a las categorías un sentido a la vez lógico y ontológico. Desde el punto de vista ontológico las considera como las formas elementales de todo ser; como aquellas formas que impresas en la materia, constituyen el mínimun de forma necesaria para que el ser sea.

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MORENTE, A. (1983:97). Lecciones preliminares de filosofía. México: Editores Mexicanos Unidos

La metafísica realista

Estas dos concepciones —la ontológica y la lógica— se funden en Aristóteles; no advierte claramente que pueden separarse; no considera real, posible, que se escindan, y que las categorías sean consideradas por unos como elementos primarios del pensamiento.

… Recordaré que Kant le hizo una objeción de importancia enorme, pero que está guiada precisamente por la idea propia que Kant tiene de las categorías. La objeción de Kant fue que las categorías de Aristóteles no están deducidas de un principio general, del cual fuesen extraídas metódicamente, sino que están enumeradas al azar. Es cierto, Kant tiene razón. Estas categorías de Aristóteles no las deduce de ningún principio; lo que hace es enumerarlas. El mismo se coloca, por decirlo así, en la actitud intuitiva del que va a predicar algo acerca del ser y él mismo va sucesivamente situándose en los distintos punto vista…

Otro reproche, quizá no tan liviano como este de Kant, es el que pudiera hacérsele … de que incluye entre las categorías la substancia; no sólo la incluye sino que es la primera. La substancia empero no es una categoría; la substancia no es un punto de vista desde el cual consideramos el ser, puesto que la substancia es el ser mismo; es aquello que consideramos desde diferentes puntos de vista. No es, pues, un punto de vista sobre el ser, sino que es el ser mismo. … esta es, en efecto, una falta de Aristóteles; pero es una falta muy instructiva, porque ya se ve que Aristóteles está al mismo tiempo guiado por la lógica y por la ontología. Y como lo que él aspira a determinar son las estructuras elementales del ser de algo puede decirse es lo que ello es: la substancia. Y entonces coloca la substancia entre las categorías.

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MORENTE, A. (1983:98). Lecciones preliminares de filosofía. México: Editores Mexicanos Unidos

La metafísica realista

la tesis del realismo considerará siempre las categorías como elementos ontológicos del ser mismo, mientras que el pensamiento, es decir,el pensamiento que constituye fuera de él la noción del ser.

Estructura de la substancia: forma y materia, real y posible, acto y potencia

… La substancia es para Aristóteles lo que existe; pero no sólo lo que existe, sino lo que existe en unidad indisoluble con lo que es, con su esencia y no sólo con su esencia sino con sus accidentes. De modo que la substancia responde primero a la pregunta: ¿quién existe? La respuesta es: la substancia. Y responde también a la pregunta: eso que existe, ¿qué es? La respuesta es: un vaso, o sea un objeto que tiene esta forma, esta materia, esta finalidad, estos caracteres, etc. De manera que en toda la substancia que hay esta estructura dual de existir y de consistir; de ser en sentido existencial y de ser en sentido esencial. Y este ser en ambos sentidos Aristóteles lo descomponen en la pareja de conceptos “forma” y “materia”. Pero no crean ustedes, en modo alguno, que la materia corresponde a la existencia y la forma corresponde a la esencia. No. La materia y la forma —es lo que conviene ir precisando— constituyen una unidad que se llama la substancia; unidad que es absolutamente indivisible, por que si la dividiésemos dejaría de “ser”, en cualquier sentido de la palabra. La firma, pues, sin materia “no es”. Es la idea platónica, es la esencia que quiso traer Aristóteles del cielo de las ideas platónicas trascendentes a la tierra real de las cosas existentes. La forma, pues, sin materia no tiene existencialidad. Pero la materia tampoco puede carecer de forma.No podemos concebir una materia sin la forma.

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MORENTE, A. (1983:98-99). Lecciones preliminares de filosofía. México: Editores Mexicanos Unidos

La metafísica realista

… De modo que estos dos conceptos de materia y forma no pueden dividirse metafísicamente; porque pierden todo sentido ontológico tan pronto como los separamos uno del otro; y la substancia es justamente la unidad de materia y forma en la existencia individual. ¿Por qué digo existencia individual? Porque para Aristóteles no hay otra. Precisamente el error platónico, según Aristóteles, ha consistido en darle forma a la esencia, o sea, a la idea, existencia. Pero lo general no existe; el hombre no existe. Lo que existe es este hombre, Fulano, Pedro, Sócrates. El hombre en general, que es la esencia del hombre, es la forma que en cada hombre individual se da; pero lo que existe es la unión sintética de forma y materia en “este” hombre determinado, que es la substancia.

La pareja de conceptos forma y materia no puede, pues, escindirse, sino que en su unidad representa exactamente la respuesta más pura a la pregunta en que nosotros ciframos la metafísica. Sin duda la forma sin materia, la esencia, puede llegar a ser sujeto de un juicio. Nosotros podemos preguntarnos: ¿qué es ser hombre?, y podemos contestar : ser hombre es esto, lo otro, lo demás; es decir, podemos tomar toda la humanidad, lo humano, la esencia de lo humano, como sujeto de un juicio y predicarle un cierto número de predicados esenciales. En ese sentido podría considerarse la esencia como substancia también; y Aristóteles algunas veces lo hace así, y la llama “substancia segunda”… Pero esa substancia segunda no tiene la existencia metafísica plena. Lo que tiene existencia metafísica plena es la substancia primera, que siempre es individual.

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MORENTE, A. (1983:98). Lecciones preliminares de filosofía. México: Editores Mexicanos Unidos

La metafísica realista

A la pareja de conceptos: forma-materia, corresponde también en Aristóteles esta otra pareja de conceptos real-posible. Pero de ninguna manera la pareja de conceptos real-posible coincide exactamente con la pareja de conceptos forma-materia. No vayan ustedes a figurarse que real es forma y posible es materia. No. Sin duda, la materia tiene la posibilidad y la forma imprime realidad. Pero la materia no tiene posibilidad más que en tanto en cuanto recibe forma; es un posible posible, por decirlo así; es un posible que no es posible sino en tanto en cuanto está de antemano apetecido, mirando hacia la forma. Y del mismo modo lo real no es real sino en tanto en cuanto procede de lo posible. En Aristóteles la pareja de conceptos real y posible tiene, pues, un sentido lógico, predominantemente lógico. De lo posible puede predicarse, pues, una cosa por lo menos: la no contradicción. Es muy poco, pero al fin puede de lo posible predicarse eso. No es posible lo contradictorio.

En el fondo de esta definición lógica de la posibilidad está para Aristóteles la creencia firme en el postulado parminédico, puesto que esta antesala de lo real, que es lo posible, está ya desde luego sujeta a la ley lógica de la identidad del ser y del pensar.

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MORENTE, A. (1983:98-99). Lecciones preliminares de filosofía. México: Editores Mexicanos Unidos

La metafísica realista

Por último, hay otra pareja de conceptos que también suele corresponder a las dos parejas anteriores; y es la de acto y potencia. Per tampoco corresponde exactamente. Tampoco su coincidencia es perfecta; porque en la pareja: acto-potencia, Aristóteles subraya principalmente el aspecto dinámico. Aristóteles llama “acto” al resultado del advenimiento al ser; y llama “potencia” a la materia, pero en tanto en cuanto va a ser. La potencia, pues, está con el acto en la misma relación que lo hace posible con lo real y la materia con la forma. Pero la materia con la forma está en una relación estática, como contemplada desde a eternidad, metafísica. La posibilidad con la realidad en una relación lógica; la ausencia de contradicción define la posibilidad; y la transformación en substancia, la realidad. Pero la pareja de conceptos acto-potencia está en una concepción o intuición dinámica, en la génesis de las cosas. Cuando lo vemos en las cosas no lo que la cosa es; ni es tampoco lo que de las cosas puede predicarse lógicamente, sino su advertir, su llegar a ser, su génesis interna, entonces esas parejas se califican más propiamente de potencia y de acto.

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MORENTE, A. (1983:100-101). Lecciones preliminares de filosofía. México: Editores Mexicanos Unidos

La metafísica realista

Las cuatro causas

La estructura de la realización en Aristóteles es la teoría de las causas. __Aristóteles distingue de cada cosas cuatro causas: la causa material, la causa formal, la causa eficiente y la causa fina__l. Llama Aristóteles “cusa material” aquello de que está hecha una cosa. Llama “causa formal” aquello que la cosa va a ser. Llama “causa eficiente” aquello con que está hecha la cosa. Y llama “causa final” , el propósito, el fin para el cual está hecha a cosa.

Dos de estas causas son fáciles de discernir, si nos fijamos bien; la materia y la eficiente. La casa material es aquella de que está hecha la cosa; la causa eficiente aquella con que está hecha la cosa. Los ejemplos que acuden inmediatamente a la mente son siempre ejemplos tomados de los talleres de los artífices: el barro, el mármol, es la materia de la estatua; es de lo que está hecha la estatua, es la causa material de la estatua. Los palillos, los dedos del escultor, los movimientos que el escultor imprime en el barro, , ls golpes que da con el cincel y el martillo sobre el mármol, son la causa eficiente, aquello con que… el instrumento con que está hecha la cosa.

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MORENTE, A. (1983:107-108). Lecciones preliminares de filosofía. México: Editores Mexicanos Unidos

Lección IX Origen del idealismo

El conocimiento y la verdad en el realismo

… ¿qué quién existe? pues existen las cosas, el mundo de las cosas y yo en ellas. Habíamos visto que esa contestación dada por el realismo implica que el mundo es lo que existe; el conjunto de todos los seres, de todas las substancias, esos seres que existen están ellos también impregnados de inteligibilidad: son, y además de ser, tienen esencia; “son” y son inteligibles.

La relación en que nosotros nos hallamos con ese mundo de cosas impregnadas de inteligibilidad, es una relación de conocimiento. Nosotros conocemos esas cosas. Para conocerlas, empezamos por formar conceptos de ellas; nociones que reproducen las esencias de las cosas. Cuando tenemos formado el concepto de una cosa, entonces ya estamos armados para ir por el mundo, y cada vez que encontramos esa cosa, tener listo en nuestra mente el concepto que le corresponde; y entonces formular juicios de conocimiento, en donde se diga: esto es eso.

Nada, pues, le sorprende al sabio cuya mente está llena de conceptos. Saber, para el realista, consiste en tener en la mente una colección, lo más variada, amplia y rica posible, de conceptos, que le permitan deambular por el mundo entre las realidades, sin sentirse nunca sorprendido; porque cada vez que encuentre algo, si es verdaderamente sabio tendrá en su mente el concepto correspondiente. Si encuentra algo que no conoce, se acercará más, mirará en ello; y o bien a una mayor proximidad logrará encontrar al fin el concepto que le corresponde, o formará de esa cosa nueva, de esa substancia nueva, que tiene delante, un concepto nuevo, y aumentará con ello el caudal de su saber.

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MORENTE, A. (1983:1108). Lecciones preliminares de filosofía. México: Editores Mexicanos Unidos

El conocimiento, pues, refleja en la mente la mismísima realidad. El conocimiento para el realista, es esto: reflejo; y de esta manera entre el pensamiento del que conoce y la realidad no existe discrepancia alguna. El pensamiento es verdadero; y esto quiere decir que entre él y la cosa —objeto del pensamiento— existe una perfecta adecuación. La verdad se define, en el realismo, por la adecuación entre el pensamiento y la cosa. Esa adecuación, ¿cómo se ha conseguido? Se ha conseguido mediante la recta formación de los conceptos. El trato continuo en nuestra vida con las cosas hace que la mente forme los conceptos. Si estos conceptos están bien formados, si han sido formados como es debido, entonces reflejan exactamente la realidad; son perfectamente adecuados a la realidad. Si no están bien formados esos conceptos, hay que corregirlos.

La evolución, el proceso mismo del pensamiento realista, es una corrección continua de los conceptos que formó la metafísica de Parménides. Parménides lanza una primera tentativa de formación de los conceptos capaces de reflejar la realidad. Esta primera tentativa superada en perfección por Platón… Así la dialéctica, la discusión entre los conceptos mal formados y conceptos mejor formados, es el método de la metafísica realista. Y en la sucesión histórica que de Parménides parte y a Aristóteles llega, encontramos un magnífico ejemplo de esa dialéctica de los conceptos, en la cual se intenta reproducir finalmente la articulación misma de la realidad.

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MORENTE, A. (1983:108-109). Lecciones preliminares de filosofía. México: Editores Mexicanos Unidos

En el fondo de todo este procedimiento encontramos siempre la misma hipótesis, o mejor dicho, el mismo postulado fundamental, a saber: que las cosas son inteligibles; que las cosas son las que tienen en su propio ser la esencia, la cual es accesible al pensamiento porque el pensamiento se pliega, coincide exactamente con ella. La inteligibilidad de las cosas mismas es, pues, uno de los postulados esenciales del idealismo. Y habiendo llegado a Aristóteles el realismo a esa forma flexible, ramificada, llena de individuación concreta, es el momento en el cual el realismo despliega el máximum de sus posibilidades y adopta la forma más perfecta que se le ha conocido en la historia. A partir de ese momento el realismo se apropia completamente de los espíritus, de modo tanto más fácil cuanto que la propensión natural del hombre coincide con la hipótesis fundamental del realismo. La propensión natural del hombre es la de contestar la pregunta metafísica señalando hacia las substancias individuales, cuyo concepto constituye el universo; y señalando hacia ellas no sólo en el sentido de decir que existen sino además en el sentido de apresar qué son, lo que son, su esencia, además de su existencia. Así, pues, el hombre espontáneo y natural es aristotélico; y si el hombre es aristotélico espontánea y naturalmente, no tiene nada de extraño el espectáculo que la historia nos da y que consiste en que a partir de Aristóteles, poco a poco, la concepción metafísica aristotélica del mundo y de la vida va arraigando cada vez más en los espíritus y en las almas, hasta convertirse en una creencia; en una creencia que llega al fondo mismo del intelecto, al fondo mismo del alma individual. Y así durante siglos y siglos, la filosofía se ha sustentado en esa creencia en el realismo.

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MORENTE, A. (1983:109-110). Lecciones preliminares de filosofía. México: Editores Mexicanos Unidos.

Crisis histórica al principio de la Edad Moderna

Pero llega un momento en que la historia del pensamiento humano en que la creencia en el realismo aristotélico empieza a sufrir menoscabo… a partir del siglo XV y ese menoscabo va siendo cada vez mayor. Los cimientos del aristotelismo van siendo cada vez más zapados por las minas que los hechos históricos y los descubrimientos particulares le imprimen al movimiento del pensamiento humano. Esos hechos históricos son principalmente tres.

En primer lugar, la destrucción de la unidad religiosa, las guerras, la religión, el advenimiento al mundo del protestantismo…

Pero además de las guerras de religión, que destruyen la creencia en la unidad o en la unicidad de la verdad, otros hechos históricos contribuyen notablemente a menoscabar la creencia en la metafísica aristotélica. Estos hechos son: en primer término el descubrimiento de la tierra, y en segundo término el descubrimiento del cielo. Los hombres descubren la tierra. Por primera vez se dan cuenta de lo que es la tierra; por primera vez un hombre da la vuelta al mundo y demuestra por el hecho la rotundidad del planeta. Cambia esto por completo la imagen que se tenía de la realidad terrestre. Este cambio radical en la imagen que se tenía de la realidad terrestre conmueve toda la física de Aristóteles. Esta conmoción es gravísima, porque la conmoción es una parte del edificio arrastra fácilmente el resto.

113-114

MORENTE, A. (1983:113-114). Lecciones preliminares de filosofía. México: Editores Mexicanos Unidos.

La duda como método

… Descartes convierte la duda en método … exige de las verdades no sólo que sean verdaderas, sino también que sean ciertas. Todo lo que lo preocupa es buscar la certidumbre, y el criterio del que se vale es la duda… y lo que interesa aquí descubrir es una proposición que no sea dudosa, que no sea dudable.

Pero colocados ya en este plan, en el plan de no interesarse por la cantidad de conocimiento, sino por obtener aunque sea uno sólo pero indudable: colocados ya en este plan, la marcha del pensamiento cartesiano no puede tener más que uno de estos dos resultados: o bien encallaba en la infructuosidad completa, navegando en el escepticismo completo y entonces terminaba la navegación filosófica en el piélago del escepticismo; o bien forzosamente tenía que llegar a descubrir por primera vez en la historia del pensamiento humano algo completamente nuevo: lo inmediato. Tenía que descubrir Descartes lo inmediato, o fracasar en su intento. Descubrió, en efecto, lo inmediato. Voy a explicar lo que quiere decir.

Nuestro conocimiento de las cosas, en la Filosofía de Aristóteles, consiste en poseer conceptos, en llenar nuestra mente de conceptos, los cuales se ajustan a las cosas. Un concepto es verdadero cuando lo que el concepto dice y lo que la cosa es, coinciden. Así, en el sistema aristotélico, nuestra relación con las cosas es una relación mediata. ¿Por qué? Porque está fundada en un intermediario. Ese intermediario es el concepto. El concepto nos sirve de intermediario entre nuestra mente y las cosas. “Mediante” el concepto conocemos las cosas. Nuestro conocimiento es mediato. Por eso el conocimiento aristotélico era siempre discutible; porque siempre cabía discutir si el concepto se ajustaba o no se ajustaba a las cosas, siendo el concepto la mediación o intermediación entre nosotros y la cosa, siempre cabía discutir la verdad del concepto. Es decir, que en este sistema aristotélico el conocimiento ofrece sin remedio el flanco de la duda.

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MORENTE, A. (1983:114-115). Lecciones preliminares de filosofía. México: Editores Mexicanos Unidos.

Existencia indudable del pensamiento

Pero Descartes lo que busca es un conocimiento que no ofrezca el flanco de la duda. No tendrá pues otro recurso que: o fracasar y caer en el escepticismo absoluto, o llegar a un conocimiento que no sea mediato, que no se haga “por medio” del concepto, sino que consista en una posición tal, que entre el sujeto que conoce y lo conocido no se interponga nada. Ahora bien: ¿qué hay, qué cosa hay capaz de ser conocida por mi conocimiento inmediato, con un conocimiento que no consista en interponer un concepto entre mi y la cosa? Pues bien: lo único capaz de llenar estas condiciones de inmediatez es el pensamiento mismo. No hay más que el pensamiento mismo. Si yo considero que todo pensamiento es pensamiento de una cosa, yo puedo siempre dudar de que la cosa sea sea como el pensamiento la piensa. Per si yo retraigo mi interés y mi mirada no a la relación entre pensamiento y la cosa, sino a la relación entre el pensamiento y yo; si tomo al pensamiento mismo como objeto, entonces aquí ya no puede morder la duda. La duda puede instalarse en el problema de si mi pensamiento coincide con la cosa; pero la duda no puede, no tiene habitáculo posible en el pensamiento mismo. Dicho de otro modo, si yo sueño que estoy metido en una barca y remando en un río, mi sueño podrá ser falso y yo no estar realmente en ninguna barca ni en ningún río, sino metido en mi cama. Si yo entonces digo: estoy soñando esto, no me he equivocado. Si yo pienso un error, una falsedad, y digo: pienso esto, sin intentar averiguar si esto es verdad, sino que lo pienso, no puedo dudar de lo que estoy pensando. En suma, el fenómeno de la conciencia, el pensamiento mismo, es indubitable. Lo indubitable es que el pensamiento coincida con la cosa detrás de él. Pero el pensamiento mismo la duda no tiene sentido.

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MORENTE, A. (1983:115). Lecciones preliminares de filosofía. México: Editores Mexicanos Unidos.

Por eso Descartes, echándose a buscar qué es lo que sea indubitable, no tiene más remedio que hacer un cuarto de conversión hacia dentro de sí mismo y situar el centro de gravedad de la filosofía, no en las cosas, sino en los pensamientos. Entonces Descartes a la pregunta de la metafísica: ¿qué es lo que existe?. ¿quién existe?, no contesta ya: existen las cosas, sino que contesta: existe el pensamiento, existo yo pensando; yo y mis pensamientos. ¿Por qué? Porque lo único que hay para mi inmediato es el pensamiento; por eso no lo puedo poner en duda. Lo que puedo poner en duda es lo que está más allá del pensamiento; lo que no alcanzo más que “mediante” el pensamiento. Pero aquello que sin mediación ninguna puedo tener en la más íntima posesión, es algo de lo cual no puedo dudar, no puedo dudar de que tengo pensamientos. Si hacemos la hipótesis extravagante —que hace Descartes— del genio maligno dedicado a engañarme; si me engaña es que pienso. Si los pensamientos que tengo son todos ellos falsos, es cierto que tengo pensamientos. Por consiguiente, he aquí que la necesidad histórica del planteamiento del problema, el hecho de que el problema se plantee por un pensamiento no inocente, sino prudente y cauteloso, aleccionado por veinte siglos de tradición filosófica, ese hecho histórico empuja al pensamiento moderno a ponerse ante todo el problema de una verdad indudable y lo obliga a dar ese cuarto de conversión para encontrar lo único que hay indubitable, lo único con todo rigor indubitable, que es el pensamiento mismo. Yo puedo pensar que estoy soñando, que nada de lo que pienso es verdad, pero es verdad que lo pienso. Yo puedo estar engañado por el genio maligno, pero si estoy engañado, los pensamientos falsos que ese genio ha metido en mí, son pensamientos, los tengo.

115-116

MORENTE, A. (1983:115-116). Lecciones preliminares de filosofía. México: Editores Mexicanos Unidos.

Y así, la filosofía moderna cambia por completo su centro de gravedad y da al problema de la metafísica una respuesta inesperada. ¿Quién existe? Yo y mis pensamientos. Entonces ¿Es que el mundo no existe? Es dudoso. Como ustedes ven, la cosa es grave, muy grave, porque ahora resulta que se nos exige una actitud mental completamente distinta de la natural y espontánea. Espontánea y naturalmente ustedes creen, como yo, que las cosas existen. Ustedes y yo y todos los hombres somos espontánea y naturalmente aristotélicos: creemos que la lámpara existe y que es lámpara, porque yo tengo el concepto en general y encuentro a esta cosa el concepto de lámpara. Creemos todo el mundo que el mundo existe, aunque yo no exista. Pero ahora se nos propone una actitud vertiginosa; se nos propone algo desusado y extraordinario, con una especie de ejercicio de circo. Se nos propone nada menos que esto: que lo único de lo que estamos seguros que existe soy yo y mis pensamientos; y que es dudoso que más allá de mis pensamientos existan las cosas. De manera que el problema, para la filosofía moderna, es tremebundo, porque ahora la filosofía no tiene más remedio que sacar del “yo” las cosas.

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MORENTE, A. (1983:116-117). Lecciones preliminares de filosofía. México: Editores Mexicanos Unidos.

Tránsito del yo a las cosas

Y vamos a suponer que consigue sacarlas, que consigue salir de la prisión del yo y llega a la realidad de las cosas. Esta será siempre una realidad derivada; nunca será una realidad primaria. De modo que he aquí una serie de condiciones que el idealismo nos impone y que son extraordinariamente difíciles. La filosofía empieza a ser difícil. La filosofía empieza a ser difícil; porque ahora es cuando la filosofía, por necesidad histórica y no por capricho, se ha vuelto de espaldas al sentido común; se ha vuelto de espaldas a la propensión natural y nos invita a realizar un ejercicio acrobático de extrema dificultad, que consiste en pensar las cosas como derivadas del yo. …

A partir de Descartes, la filosofía moderna no ha hecho sino pensar sobre este problema: ¿cómo sacaremos el mundo exterior del pensamiento y del yo?, ¿cómo extraemos el mundo exterior del pensamiento? A este problema fundamental del idealismo moderno, las soluciones que se han dado son muchas. Pueden agruparse en dos grandes grupos: primero, el grupo de las soluciones psicológicas, que consiste en investigar el alma humana, sus leyes internas, por introspección, y ver cómo el alma humana agencia sus pensamientos para de ellos extraer la creencia en el mundo exterior… Frente a ellas hay otro grupo de soluciones que llamaremos lógicas. Estas soluciones intentan fundar la objetividad de la realidad y de las cosas sobre leyes del pensamiento mismo, el pensamiento racional, lógico. Esta solución logicista o epistemologista —teoría del conocimiento—… Hume en Inglaterra, explicará el mundo de las cosas exteriores como producto de leyes psicológicas de nuestra alma; Kant, en Alemania, explicará el mundo de la realidad sensible como resultado o producto de las leyes de síntesis lógica de nuestro pensamiento. … “ser” y “pensamiento” tienen ahora una significación completamente distinta de la que tuvieron para Parménides, Platón y Aristóteles.

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MORENTE, A. (1983:110). Lecciones preliminares de filosofía. México: Editores Mexicanos Unidos.

Pero además de haber descubierto la tierra, el hombre del siglo XVI descubre el cielo. El nuevo sistema planetario, que Kepler y Copérnico desenvuelven, cambian por completo la idea que los hombres tenían de los astros y de su relación con la tierra. La tierra cesa ya de ser el centro del universo; cesa de contener en sí el máximun de preeminencia antropomórfica; la tierra ahora es un planeta, y no de los más grandes, con una trayectoria… De esa crisis nace una posición completamente nueva de la filosofía. Es éste uno de los casos más ejemplares en que se puede comprender de la manera más patente la historicidad del pensamiento humano. El pensamiento humano, que lejos de ser algo que en la eternidad y fuera del tiempo subsiste siempre igual a sí mismo, funcionando en las mismas condiciones y capaz de las mismas performancias, está radical y esencialmente condicionado por el tiempo y por la historia…

Necesidad de plantear de nuevo los problemas

En tiempos de Parménides la filosofía no tiene el pasado en el cual apoyarse y del cual depender, sino que es libre de los vínculos de la historia. … Parménides se encuentra con el descubrimiento … de la razón, del pensamiento humano; y entusiasmado con ese descubrimiento de la razón, le confiere íntegramente la misión de descubrir el ser. Porque inevitablemente piensa también que el ser se deja descubrir por la razón; que el ser es inteligible; que las cosas, en su esencia, son inteligibles.

227-269

MORENTE, A. (1983:227-269). Lecciones preliminares de filosofía. México: Editores Mexicanos Unidos

Lección XXII Entrada en la ontología

En las lecciones anteriores nos propusimos verificar una excursión por el campo de la metafísica. Arrancamos del problema esencial metafísico, que es el problema de: ¿qué existe?… La metafísica y la ontología no son conceptos que se superpongan exactamente; hay intercambios problemáticos entre una y otra esfera … ni se proponen lo mismo las reflexiones ontológicas y las metafísicas.

Teoría del ser y del ente

Vamos a estudiar la ontología. Y ¿qué significa la palabra ontología? La palabra ontología significa “teoría del ser”. Pero esta significación no es absolutamente exacta, en rigor. Ontología, en rigor, no significa “teoría del ser”, porque está formada no por el verbo “ser” en griego, en el infinitivo, sino por el participio presente de ese verbo. Esta formada por el genitivo “ontos”, que es el genitivo de “to on”; el genitivo “tou ontos” no significa ser, sino que significa el ente, en el participio presente. Por consiguiente en rigor, ontología significa teoría del ente y no teoría del ser; y hay una diferencia notable entre teoría del ser y teoría del ente… El ser en general será lo que todos los entes tienen en común; mientras que el ente es aquél que es, aquél que tiene el ser. Por otra parte el ser será o que el ente tiene y que lo hace ser ente.

… Será teoría del ente, intento de clasificar los entes, intento de definir la estructura de cada ente, de cada tipo de ente; y será también teoría del ser en general, de lo que todos los entes tienen en común, de lo que os cualifica como entes.

269-270

MORENTE, A. (1983:269-270). Lecciones preliminares de filosofía. México: Editores Mexicanos Unidos

Lección XXII Entrada en la ontología

Y, para llegar poco a poco y lentamente al corazón mismo de la ontología, ¿qué método vamos a seguir?

Se nos ofrecen dos. Se nos ofrece en primer lugar, el método del análisis dialéctico de la noción de ser. Nosotros podríamos tomar la noción de ser, dirigir a ella nuestra atención e ir separando, por análisis dialéctico, las distintas significaciones de la noción… Podemos, pues, seguir ese método.. pero podemos también seguir otro método...

Aristóteles: «El ser se dice de muchas maneras»

Punto de partida en la vida

Pero, digo que podemos seguir un segundo método que consistirá en colocarnos ante la realidad, ante el ser pleno, ante el conjunto total de seres, en la situación en la que la vida misma nos coloca. Consistirá este método en arrancar y partir de nuestra vida actual; de nuestra realidad como seres vivientes; de nosotros mismos como tal como estamos rodeados de cosas, viviendo en el mundo.

Este segundo camino parece el más adecuado para seguirlo en estas lecciones, por circunstancias muy especiales… tiene ventajas precisamente existenciales; tiene la ventaja de que acaso nos ponga de modo más dramático y más viviente en contacto directo con los problemas, conforme ellos mismos vayan surgiendo a nuestro paso.

270-271

MORENTE, A. (1983:270-271). Lecciones preliminares de filosofía. México: Editores Mexicanos Unidos

Lección XXII Entrada en la ontología

Estar en el mundo

Por consiguiente, vamos a seguir el segundo método, y partir de nuestra vida. Nosotros vivimos, estamos viviendo. Y, ¿en qué consiste nuestro vivir? Nuestra vida consiste en que estamos en el mundo, eso es vivir. Y, estar en el mundo, consiste en tener más o menos —diré— a la mano, una porción de cosas, una porción de objetos, una porción de objetos materiales, de animales, de objetos de toda clase, que constituyen el ámbito donde nos movemos y donde actuamos. Nuestra vida, pues, consiste en tratar con las cosas que hay. Y las cosas que hay, las hay en nuestra vida y para nuestra vida.Y ese trato con la vida es enormemente variado. Nosotros hacemos con las cosas —para vivir y viviendo— una multitud de actos: comemos frutas, plantamos árboles, cortamos madera, fabricamos objetos, trasponemos los mares, es decir, estamos constantemente actuando con y sobre todo lo que hay en nuestro derredor. Y una, una de las cosas que hacemos con las cosas, es pensarlas. Además, de encender el fuego, podemos preguntarnos: ¿qué es el fuego? Y pensamos acerca del fuego. Pero nuestra actitud primera y fundamental no es pensar, sino que pensar es algo que en el curso de nuestra vida se nos impone. Las cosas son para nosotros amables u odiables; nos dan felicidedes o nos oponen resistencia. Y cuando las cosas oponen resistencia a nuestra vida, en seguida buscamos rodeos, como los animales de Köhler, para vencer esas resistencias de nuestras de una cosa, consiste en ponernos un momento a pensar: ¿qué es esto?

271-272

MORENTE, A. (1983:271-272). Lecciones preliminares de filosofía. México: Editores Mexicanos Unidos

Lección XXII Entrada en la ontología

Esfera de los objetos ideales

Pero también podemos en un momento determinado fijarnos en que, en este bosque donde estamos, este árbol que tenemos delante, es igual a aquel otro árbol que hay allí. Entonces se nos viene a las manos la igualdad y decimos: ¿Qué es igualdad? Y nos encontramos con que la igualdad no es cosa; no hay ninguna cosa que sea igualdad. Las cosas que hay, son árboles, animales, plantas, piedras, el sol; pero la igualdad no es una cosa; no hay ninguna cosa, no hay nada de eso que yo llamo cosa, que sea igualdad.

También podemos haber caído en la cuenta de que el tronco de esta árbol es circular; y podemos entonces preguntarnos: ¿qué es el círculo? Y, también vemos, inmediatamente, que el círculo no es una cosa; que no hay ninguna cosa que sea el círculo. Y entonces, ya recapitulo un momento, encontramos aquí que, con lo que “hay” en “mi vida” puedo hacer dos grupos: un grupo donde pondré árboles, piedras, plantas, animales, casas, el sol, la luna, y a ese grupo lo llamaré cosas. Otro grupo,, en que lo que hay son: la igualdad, la diferencia, el triángulo, el círculo, los números; y a todo esto no lo podemos llamar cosas, puesto que el nombre de cosas lo he reservado para aquellas otras. Estos nuevos objetos no son cosas. Por de pronto, vamos a llamarlos objetos ideales. Y nos encontramos con que en el repertorio de lo que hay en mi vida, he hallado primero, cosas; segundo, objetos ideales.

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MORENTE, A. (1983:272). Lecciones preliminares de filosofía. México: Editores Mexicanos Unidos

Lección XXII Entrada en la ontología Esfera de los valores

Pero mientras hago estas reflexiones, vuelvo a posar la mirada sobre el árbol y me digo a mi mismo: ¡Qué hermoso es ese árbol! Y ahora me encuentro con otra novedad que hay en mi mundo. Además de las cosas y de los objetos ideales, hay hermosura del árbol. Y me digo:¿dónde colocaré la hermosura? ¿La colocaré entre las cosas? No, ciertamente. La hermosura no es una cosa. ¿La colocaré entre los objetos ideales? Tampoco la puedo colocar entre los objetos ideales, porque, ¡ved que cosa más curiosa! Ya hermosura “no es”; los objetos ideales son, pero la hermosura no es.

Si el árbol es hermoso, esta hermosura que el árbol tiene no agrega ni un ápice a su ser árbol. Si el árbol no fuera hermoso, no dejaría por esto de ser tan árbol como siendo hermoso: la hermosura no le ha agregado, pues, al árbol, ni un ápice de ser. No puedo decir que la hermosura sea un objeto ideal, porque los objetos ideales son y la hermosura no es nada. No puedo tener la hermosura como tengo el círculo ante la vista del pensamiento, ante la visión intelectual. Ante mi visión intelectual tengo el círculo; y de ese círculo que tengo, que está en mi vida, puedo decir que esto, lo otro, lo de más allá. Ante mi visión intelectual tengo el siete y de él puedo decir que es primo y que es impar. Estos son los objetos ideales. Pero ante mi visión intelectual no tengo la hermosura. La hermosura es siempre algo que tengo que pensar de una cosa. Pero cuando digo de una cosa que es hermosa, no he agregado ni tanto así de ser a esa cosa. La cosa tiene que tiene hermosura no por eso tiene más ser que la cosa que no la tiene hermosura. ¿Qué es lo que tiene entonces la cosa que tiene hermosura y que la distingue de las otras cosas? … no es más hermoso pero vale más … no es ontológicamente más… pero tiene más valor. Esto objetos los voy a llamar valor … en mi vida hay cosas, en i vida hay objetos ideales, en mi vida hay valores.

273

MORENTE, A. (1983:273). Lecciones preliminares de filosofía. México: Editores Mexicanos Unidos

Lección XXII Entrada en la ontologíaNuestra vida

¿Es que ha terminado todo esto? ¿Es que con esto está ya dicho todo lo que hay en mi vida? No, por cierto. … me encuentro con que además de esas tres esferas de objetos, hay mi propia vida, hay el conjunto de todas ellas en mi vida, hay mi vi vida misma. … diré al pronto, ¿no será uno de esos tres objetos? Y encuentro que no. Porque mi vida no es una cosa. ¿Cómo mi vida podría ser una cosa, cuando las cosas están en mi vida? ¿Cómo podría ser mi vida una cosa, cuando mi vida es la que contiene las cosas? No puede, pues, mi vida ser lo mismo tiempo la que contiene y la contenida. No es, pues, mi vida una cosa. ¿Será mi vida entonces un objeto ideal? Pero tampoco … porque los objetos ideales son lo que son: el número siete, la raíz cuadrada de tres, la igualdad, el círculo, el triángulo, son lo que son en todo el tiempo, fuera del tiempo y del espacio; no cambian. En cambio mi vida fluye en el tiempo, cambia en el tiempo… Mi vida, propiamente, es lo que va a ser; mi vida propiamente está por ser. En cambio, todos estos objetos ideales son eternamente y fuera del tiempo y del espacio, lo que son, de una vez, para siempre.

Diré, entonces, que mi vida es un valor? Pero tampoco puedo decirlo; porque los valores no son, sino que valen. Los valores son cualidades de las cosas; las cosas son válidas, pero los valores, ellos, no son, sino que imprimen a las cosas su valor, y mi vida, en cambio, es una realidad. De mi vida puedo predicar el seer, que no puedo predicar de los valores. Por consiguiente, mi vida no es ni cosa, ni objeto ideal, ni valor. Entonces, ¿qué es mi vida?

273-274

MORENTE, A. (1983:273-274). Lecciones preliminares de filosofía. México: Editores Mexicanos Unidos

Lección XXII Entrada en la ontologíaNi realismo ni idealismo

Podríamos aquí, en este momento, distinguir entre yo que vivo y el mundo o conjunto de lo que hay para mí; podríamos aquí, en este instante, distinguir entre yo y lo otro; y entonces podríamos preguntarnos: ¿qué relación de ser, que relación ontológica hay entre yo y lo otro? Pero esta distinción entre yo y lo otro, es una distinción válida, aceptable en la vida misma, dentro de la vida. Psicológicamente el yo, viviendo su vida consiste, precisamente, en estar entre cosas. Pero ontológicamente esta distinción es inválida. Pues, ¿qué? ¿No hemos perseguido durante los siglos que vienen desde Parménides hasta Kant, precisamente, los esfuerzos de la metafísica para verificar esta distinción? Los realistas dicen: “Si yo me elimino, quedan las cosas”. Los idealistas dicen: “Si yo me elimino, elimino también las cosas”. Pero hemos visto que, justamente, esta contraposición de las dos doctrinas es lo irremediablemente falso en ellas. Porque, yo no me puedo eliminar manteniendo las cosas. Si yo me elimino, no hay cosas; en eso tiene razón el idealismo. Pero por otra parte, si elimino las cosas, no queda el yo; y en eso tiene razón el realismo. El yo y las cosas no pueden, pues, distinguirse y separarse radicalmente; sino que ambos, el yo y las cosas unidos en síntesis inquebrantable constituyen mi vida. Y yo no vivo como independiente de las cosas, ni las cosas son independientes de mí; sino que vivir es —como dice Heidegger ...— vivir es estar en el mundo…

Por consiguiente, señores, no realismo, ni idealismo, pues, la vida no tolera división y por lo tanto ejemplifica en sí misma un cuarto tipo de objeto que no puede reducirse ni a cosas ni a objetos ideales, ni a valores; y que es lo que llamaríamos, por lo menos provisionalmente, objeto metafísico.

275-275

MORENTE, A. (1983:275-275). Lecciones preliminares de filosofía. México: Editores Mexicanos Unidos

Lección XXII Entrada en la ontología Capítulos de la ontología

Si ahora hacemos una pequeña recapitulación, o balance, de lo que hemos logrado en estas elucidaciones previas, nos encontramos con que hemos obtenido un cierto número de resultados apreciables y que son:

1º. Llamamos ontología a la teoría de los objetos, como objetos, o sea a la teoría de las estructuras ónticas, de lo que hay en mi vida.

2º. No todo lo que hay en mi vida tiene igual estructura óntica. Así, las cosas no tienen igual estructura que los objetos ideales, ni que los valores, ni que la vida misma en su totalidad.

3º. Entre las cosas que hay en mi vida, puedo distinguir objetos que son y objetos que valen. Ya tengo aquí dos grandes provincias ontológicas, porque he descubierto dos estructuras ónticas diferentes: la estructura óntica del ser que es y la estructura óntica del valor. Pero aun dentro de la estructura óntica de los objetos que son, he descubierto también.

4º. Objetos que son reales (las cosas), objetos que son ideales (la igualdad, el círculo, la diferencia, etcétera) y la vida, que no es ninguno de esos tres.

… La ontología tendrá como primera incumbencia la de descubrir y definir lo mejor posible, las estructura ónticas de cada uno de los cuatro grupos de objetos: tendrá que decirnos en qué consiste el seer cosa; tendrá que decirnos en qué consiste ser objeto ideal; tendrá que decirnos en que consiste ser valor, y por último tendrá que decirnos qué es la vida. Y aquí el problema ontológico confluye con el metafísico; porque al legar a la vida, como algo previo, más profundo que la división entre sujeto y objeto, entre yo u cosas, tocamos el fundamento más hondo de toda la realidad.

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