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Rorty 1990 El giro lingüístico

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RORTY, R. (1990:48). El giro lingüístico. Barcelona: Paidós Iberoamérica.

Dificultades metafilosóficas de la filosofía lingüística

...«Cada rebelde filósofo ha pretendido ser «carente de supuestos» pero ninguno lo ha logrado. Esto no es sorprendente, pues sería harto extraño saber qué método debe seguir un filósofo sin tener alguna noción sobre la naturaleza de la empresa filosófica, y del conocimiento humano. Para saber qué método adoptar, uno debe haber llegado ya a algunas conclusiones metafísicas y epistemológicas. Si se intenta defender estas conclusiones usando el método de elección uno se expone a la acusación de la circularidad… Desde que el método filosófico es el mismo problema filosófico (o, en otras palabras, desde que se adoptan criterios diferentes para la solución satisfactoria de un problema filosófico, y se arguye en su favor desde diversas escuelas de filósofos, cada revolucionario filósofo queda expuesto al cargo de circularidad o de haber prejuzgado la cuestión»

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RORTY, R. (1990:49). El giro lingüístico. Barcelona: Paidós Iberoamérica.

«Ante esta situación, uno se siente tentado de definir la filosofía como la disciplina en la que se busca el conocimiento pero sólo se pueden encontrar opiniones.»

«Si se acepta que las artes no aspiran al conocimiento, y que la ciencia no solo lo busca sino que lo encuentra, se dispondrá de un método tosco pero eficaz para distinguir la filosofía de ambas. Pero una definición así sería inadecuada ya que no hace justicia al carácter progresivo de la filosofía».

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RORTY, R. (1990:50). El giro lingüístico. Barcelona: Paidós Iberoamérica.

«El objetivo del presente volumen es el de proporcionar materiales de reflexión sobre la revolución filosófica más reciente, la de la filosofía lingüística. Entenderé por «filosofía lingüística» el punto de vista de que los problemas filosóficos pueden ser resueltos (o disueltos) reformando el lenguaje o comprendiendo mejor el que usamos en el presente. Esta perspectiva es considerada por muchos de sus defensores el descubrimiento filosófico más importante de nuestro tiempo, y, desde luego, de cualquier época. Pero sus críticos la interpretan como un signo de la enfermedad de nuestras almas, una revuelta contra la razón misma, y un intento autoengañoso (en palabras de Russell) de preocuparse con artimañas lo que no ha logrado conseguir con trabajo honesto.»

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RORTY, R. (1990:51). El giro lingüístico. Barcelona: Paidós Iberoamérica.

«Una discusión metafilosófica de tan alto nivel de abstracción deja a los contendientes exhaustos. Y lo que se encuentra es: a) a los filósofos lingüísticos argumentando contra cualquier método no-lingüístico de resolver problemas filosóficos, sobre la base de filosofías sustantivas tales como «no existen enunciados sintéticos a priori», «la forma gramatical de algunas proposiciones representa mal la forma lógica de los hechos que significan», «todos los enunciados empíricamente significativo tienen que ser refutables empíricamente», «el lenguaje ordinario es correcto», y así sucesivamente; b) a otros filósofos lingüísticos así como a críticos de la filosofía lingüística argumentando contra esta tesis; c) a los filósofos lingüísticos resaltando con orgullo sus propias reformas lingüísticas y/o sus descripciones del lenguaje, y diciendo «mirad, ningún problema!»¡ ; d) a los críticos replicando que los problemas pueden haber sido eludidos con poca sutileza (o de forma autoconvenza).

RORTY, R. (1990;55-56). El giro lingüístico. Barcelona: Paidós Iberoamérica.

¿Cómo sabe Ayer cuándo una proposición es literalmente significativa? La respuesta oficial a esta pregunta viene dada en el siguiente pasaje.

Las proposiciones de la filosofía no son factuales sino de carácter lingüístico —esto es, no describen la conducta de objetos físicos ni siquiera mentales; expresan definiciones o consecuencias formales de definiciones.

… Ayer se limita a arbitrar sus propias definiciones. Su argumento real para su «regla de significación» era aproximadamente así: no habríamos de llamar «significativo» (al menos «cognitivamente significativo») a ningún enunciado al que no le pudiéramos asignar procedimientos de verificación (o cuando menos, confirmación). Los únicos procedimientos de que podemos disponer son, hablando en general, los que se usan en matemáticas y en lógica (derivación a partir de definiciones y axiomas) y en ciencia empírica (confirmación por referencia a la experiencia sensorial). Puesto que el metafísico no usa ninguno de los dos, sus enunciados no son significativos.

56-57

RORTY, R. (1990:56-57). El giro lingüístico. Barcelona: Paidós Iberoamérica.

Tanto Carnap como Ayer sostienen que el mismo tipo de análisis que devela la confusión de Heidegger mostraría que ciertas proposiciones son (cognitivamente) significativas y otras no. De lo que nadie se dio cuenta en aquel período (la mitad de los treinta) fue que el único procedimiento de Carnap para decidir si un lenguaje dado era «lógicamente correcto» consistía en si sus proposiciones eran o no susceptibles de verificación (o confirmación) por uno u otro de los métodos mencionados antes.

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RORTY, R. (1990:57). El giro lingüístico. Barcelona: Paidós Iberoamérica.

En consecuencia, ni unos ni otros vieron que la pregunta «¿existen proposiciones significativas que no son susceptibles de verificación (o confirmación) por cualquiera de los métodos estándar»?, no era una pregunta que pudiera ser contestada sin circularidad por la «lógica».

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RORTY, R. (1990:59). El giro lingüístico. Barcelona: Paidós Iberoamérica.

La satisfacción de las condiciones de Bergman [1) en principio cada proposición descriptiva no filosófica puede ser transcrita en él; 2) no lo puede ser ninguna no reconstruida filosóficamente; 3) todas las proposiciones filosóficas pueden ser reconstruidas como enunciados sobre su sintaxis ... y su interpretación… Gustav Bergman] mostraría que no tenemos que hablar de lenguaje que hablamos (a menos que queramos plantear preguntas filosóficas), y de este modo invalidaría la réplica tradicionalista de que hablamos el lenguaje que hablamos y, por tanto, tenemos que plantear las preguntas filosóficas que planteamos, porque el lenguaje refleja una realidad que puede ser descrita y explicada sólo si estamos dispuestos a filosofar. Si se pudiera construir un lenguaje ideal bermaniano, el filósofo tendría que negar, sobre la base única de que en él no se puede filosofar, que «representa adecuadamente la realidad».

«Pocos opositores a la filosofía lingüística han deseado caracterizar la filosofía simplemente como una forma de arte, o como un ejercicio de la propia musculatura intelectual»

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RORTY, R. (1990:60). El giro lingüístico. Barcelona: Paidós Iberoamérica.

«(Un lenguaje que nos permitiera hablar como lo hacen los salvajes podría ser adecuado, pero no lo sería un lenguaje que no hiciera posible al antropólogo hablar sobre el lenguaje de los salvajes) … Por eso «traducimos» sus enunciados acerca de entidades que nosotros sabemos que existen —enfermedades, cambios climáticos y así—. Sin embargo, sería mejor llamar a estas traducciones «reconstrucciones», pues las haríamos hasta así descubrimos que no tienen ninguna palabra para enfermedades y eso, y que no consiguen captar tales conceptos»

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RORTY, R. (1990:65). El giro lingüístico. Barcelona: Paidós Iberoamérica.

«La objeción (4), si bien vinculada históricamente con la (3), no es tan claramente irrelevante. El empirismo y el behaviorismo casi siempre han ido de la mano con el nominalismo, la doctrina de que no existen los conceptos ni universales. Muchos críticos de la filosofía lingüística (notablemente Blanchartd) ha afirmado que nadie hubiera soñado con emprender el giro lingüístico si no hubiera estado comprometido antes con el nominalismo. … Seguramente, razonan que, para saber si las expresiones de un lenguaje son adecuadas para decir cualquier cosa que queremos (fuera de la filosofía), tendríamos que ver si tales expresiones expresan adecuadamente nuestros conceptos (o, quizá, los universales subsistentes que nuestros conceptos representan). Desde que la filosofía tradicional ha consistido por largo tiempo… en hurgar bajo el lenguaje buscando lo que expresa, la adopción del giro lingüístico presupone la tesis sustantiva de que en tal búsqueda no hay nada que encontrar.»

65

RORTY, R. (1990:65). El giro lingüístico. Barcelona: Paidós Iberoamérica.

«Hay dos maneras de responder a esta objeción. Primero, cabe hacer notar que entre las proposiciones que intentamos reconstruir en un lenguaje ideal hay proposiciones tales como «las palabras son a menudo inadecuadas para expresar los conceptos», «existen conceptos», «los conceptos representan universales ante rem», y similares. Si el nominalismo es falso, veremos que lo es por intentar (sin éxito) reconstruir esos enunciados en un lenguaje ideal que no admite como términos primitivos palabras que se refieran a tales conceptos y/o universales.»

«El objetor, sin embargo, puede muy bien tener la sensación de que este procedimiento es circular, pues la prueba que determina si la frase «Hay conceptos» ha sido reconstruida adecuadamente no está clara, y (sospecha) el filósofo lingüístico habrá asignado, por anticipado, un significado a «concepto» que será reconstruido adecuadamente en un lenguaje nominalista, pero no es lo que él (el objetor) entiende por «concepto»… »

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RORTY, R. (1990:66). El giro lingüístico. Barcelona: Paidós Iberoamérica.

«Por el momento, consideremos una segunda respuesta que se puede hacer a esta objeción. Se le puede hacer frente, en sus propios supuestos, diciendo que aun si aceptamos la existencia de conceptos (y/o universales subsistentes) el hecho es que nuestro conocimiento de esas entidades se obtiene por la inspección del uso lingüístico. Filósofos jóvenes, en trance de emprender el giro lingüístico, se ven acosados por un pequeño grupo de piquetes blandiendo eslóganes que dicen «no malgastéis vuestra vida en palabras —uníos a nosotros y juntos razonamos acerca de aquello que estas palabras representan». Pero si hubieran leído las Investigaciones filosóficas de Wittgenstein, se hubieran visto sorprendidos por observaciones como:

Imaginemos una persona cuya memoria no pudiera retener lo que significa la palabra ‘dolor’ —de modo que regularmente nombrara cosas diferentes con esa palabra— pero a pesar de ello usara la palabra de una forma que se ajustara a los síntomas y presuposiciones usuales del dolor —en suma, la usaría como lo hacemos nosotros—. Aquí me gustaría decir: un volante que puede ser girado sin que ninguna otra cosa se mueva con él no es parte del mecanismo (Sección 271)»

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RORTY, R. (1990:67). El giro lingüístico. Barcelona: Paidós Iberoamérica.

«Aprendéis el concepto ‘dolor’ cuando aprendéis el lenguaje» (L.W. Sección 316)

Para aclararnos acerca del significado de la palabra ‘pensar’ nos observamos a nosotros mismos mientras pensamos; ¡lo que observamos era lo que la palabra significa! Pero este concepto no se usa así. (Sería como sin saber jugar al ajedrez estuviera intentando vislumbrar qué significa la palabra ‘mate’ mediante la observación atenta del último movimiento de alguna partida de ajedrez (Ibíd., 316)

Ni estos pasajes ni otro en la obra de Wittgenstein proporcionan un argumento directo contra la existencia de conceptos universales. O contra la creencia de que podemos observar conceptos o universales «directamente» (esto es, sin pasar por el lenguaje) y comparar entonces lo que descubrimos nosotros con el modo como son usadas las palabras… El «nominalismo metodológico» ha llegado a ser hegemónico entre los filósofos lingüísticos en gran parte porque la lectura de Wittgenstein elimina la propia convicción instintiva de que la observación en cuestión tiene que ser posible de algún modo…

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RORTY, R. (1990:68). El giro lingüístico. Barcelona: Paidós Iberoamérica.

Es verdad, probablemente, que nadie que no fuera un nominalista metodológico sería un filósofo lingüístico, y también es verdad que el nominalismo metodológico es una tesis filosófica sustantiva. Tenemos aquí, entonces, un supuesto de la filosofía lingüística, que únicamente puede ser defendido pasando la carga de la prueba al oponente y preguntando por a) un problema sobre la naturaleza de un concepto particular que no pueda solucionarse así, y b) los criterios para juzgar respuestas a este problema. Los debates sobre la existencia de conceptos universales, o sobre si poseemos facultades para observarlos directamente, son irrelevantes para esta cuestión. Al elegir un método filosófico no ayuda mucho a oír que uno es capaz de intuir universales, o que el intelecto humano es «un poder cognitivo … irreductible a todas las facultades sensoriales»

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RORTY, R. (1990:69). El giro lingüístico. Barcelona: Paidós Iberoamérica.

Quine (Word and Objet, Cambridge, 1960 págs. 271-272) en el curso de una reconstrucción general del «ascenso semántico» («cambio del lenguaje sobre objetos por el lenguaje sobre palabras»).

El ascenso semántico, tal como yo hablo de él, se aplica por doquier. «Hay wombats en Tasmania» podría parafrasearse como «”wombat es verdadero de algunas criaturas en Tasmania» si hubiera alguna importancia en ello. Pero sucede que el ascenso semántico es más útil en conexiones filosóficas que un ninguna otra, y creo que puedo explicarlo …. La estrategia del ascenso semántico consiste en transportar la discusión a un dominio en que ambas partes se ponen mejor de acuerdo sobre los objetos (por ejemplo, palabras) y sobre los términos principales que les conciernen, Las palabras, o sus inscripciones, a diferencia de los puntos, millas, clases y así, donde hombres con esquemas conceptuales totalmente diferentes se comunican lo mejor que pueden. La estrategia consiste en ascender hasta la parte común de sos esquemas conceptuales totalmente diferentes, lo mejor para discutir fundamentos dispares. Ninguna maravilla así funciona en filosofía.

Nota VA [Ver en Levinson: Significados presumibles:“estamos inexorablemente destinados al entendimiento común”; D. Davidson ( De la verdad y la representación: La cita p. 95 cap. 6) y Putnam Representación y realidad, p. 139: Equivalencias].

RORTY, R. (1990.70- 72). El giro lingüístico. Barcelona: Paidós Iberoamérica.

Ahora vuelvo al intento alternativo de reformular (sin presupuestos previos) la tesis original de Ayer y Carnap de que los problemas filosóficos son problemas de lenguaje, un intento que es el común denominador de las posiciones metafilosóficas de los que Bergman denomina «Filósofos del lenguaje Ordinario»…

Pero debemos examinar mejor esta afirmación viéndola como una forma de otra objeción general a ambos tipos de filosofía lingüística, a saber: que es erróneo mostrar que los filósofos ya no pueden seguir filosofando si se les priva de recursos lingüísticos. Pareciera que mostrar eso no es más que plantear el problema real: ¿deberíamos filosofar?

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RORTY, R. (1990:73). El giro lingüístico. Barcelona: Paidós Iberoamérica.

Este último problema recibirá ahora diferentes soluciones según como se interprete. Si «¿deberíamos filosofar?» significa 1) ¿deberíamos plantearnos el tipo de preguntas que se hicieron los filósofos tradicionales? (por ejemplo, ¿qué es la justicia?. ¿existe Dios?, ¿es el hombre un género diferente de los animales?. ¿podemos tener conocimiento objetivo de un mundo externo?), el asunto es más bien simplón. … Pero si «deberíamos filosofar?» significa 2)«deberíamos intentar descubrir respuestas a estas preguntas distintas de las proporcionadas por el sentido común y la ciencia?», la respuesta no es tan obvia. Si significa 3) «¿deberíamos plantearnos tales preguntas como preguntas de primer orden acerca de la realidad, en lugar de traducirlas a preguntas de segundo orden sobre palabras tales como «justicia», «Dios», «existencia», «género», y «objetivos»?, entonces la respuesta es, de nuevo, no tan obvia. La pregunta «¿deberíamos filosofar?», si se le da el primer tipo de interpretación es meramente retórica. Si se le da la tercera, entonces debe ser tomada como una especia de «¿cómo deberíamos filosofar?», y esta pregunta no puede ser contestada racionalmente a no ser que se sepa que se puede construir un Lenguaje Ideal del tipo de Bergman …

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RORTY, R. (1990:73). El giro lingüístico. Barcelona: Paidós Iberoamérica.

Decir que los filósofos lingüísticos han prejuzgado la pregunta «¿deberíamos filosofar?» al insistir en que deberíamos hacerlo con métodos lingüísticos, es ello mismo prejuicioso. La mayor parte de los críticos que sostienen que los filósofos lingüísticos la han prejuzgado, le darían la segunda interpretación. Dirían que __los filósofos lingüísticos han asumido que el sentido común, la ciencia, y la atención a los usos de las palabras bastarían para proporcionar cualquier respuesta que pudiera darse a estas preguntas, y si no hay disponibles ulteriores respuestas __ ello se debe a que las preguntas son deficientes. Argumentarían que, en ausencia de este supuesto, la realización exitosa del programa de la filosofía del lenguaje tanto Ideal como Ordinario carecería del menor interés. Pues todo lo que dichos programas harían ver que los filósofos que no son permeables a introducir ciertas locuciones en el lenguaje son incapaces de decir lo que quieren

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RORTY, R. (1990:74). El giro lingüístico. Barcelona: Paidós Iberoamérica.

Si creéis que existen más cosas susceptibles de descripción y explicación que las descritas y explicadas por el sentido común y la ciencia, decidnos cómo sabéis si habéis descrito adecuadamente, o las habéis explicado con corrección. Si no sis capaces de hacer ninguna de las dos cosas, en tal caso persistiremos en interpretar vuestras preguntas … como preguntas defectuosas.

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RORTY, R. (1990:75. El giro lingüístico. Barcelona: Paidós Iberoamérica.

Al mostrar que se puede construir un Lenguaje Ideal (o que el Lenguaje Ordinario es Ideal), nosotros no habremos señalado nada más, ciertamente, que es innecesario plantear aquellas preguntas a no ser que deseemos filosofar a la manera tradicional… Los filósofos tradicionales … Pero el único supuesto que podemos admitir es que si no tenemos criterio alguno para evaluar respuestas a ciertas preguntas, en tal caso debemos dejar de hacer tales preguntas hasta que las tuviéramos.

Hasta aquí he estado insistiendo en el fundamento común compartido por la Filosofía del Lenguaje Ideal y la del Lenguaje Ordinario…

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RORTY, R. (1990:85). El giro lingüístico. Barcelona: Paidós Iberoamérica.

Filosofía del Lenguaje Ideal «versus» Filosofía del Lenguaje Ordinario

Los filósofos del Lenguaje Ordinario pueden argumentar que los «constructivistas», si se muestran incapaces de responder la pregunta crucial sobre una prueba de adecuación (que, desde luego, no es más que otra forma de pregunta acerca del significado de «puede ser transcrito en principio» en el criterio de Bergman), han perdido justamente la ventaja del «ascenso semántico» que Quine citaba. Pues el único sentido en que es verdadero que los filósofos logran más fácilmente el acuerdo sobre palabras que sobre cosas, es que los que discrepan sobre cualquier otra cosa pueden convenir en cómo usan las palabra en el discurso no filosófico. Si nos aferramos a este acuerdo no queda otro agarradero para el giro lingüístico.

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RORTY, R. (1990:91). El giro lingüístico. Barcelona: Paidós Iberoamérica.

Es importante porque (para repetir lo apuntado dos veces) el punto de vista tradicional es que los problemas filosóficos se crean a partir de la inconsistencia interna, o la inexplicabilidad, de las creencias de las personas corrientes, «prefilosóficas».

93

RORTY, R. (1990:93). El giro lingüístico. Barcelona: Paidós Iberoamérica.

No existe, a las claras, con tal filósofo ninguna posibilidad argumental sobre si la suya es la visión correcta de la filosofía. El giro lingüístico es una reacción contra la visión de la filosofía como una disciplina que busca la solución de ciertos problemas tradicionales, generados (aparentemente) por ciertas creencias de sentido común.

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RORTY, R. (1990:95). El giro lingüístico. Barcelona: Paidós Iberoamérica.

__ Una lingüística y una filosofía del lenguaje__ perfeccionadas podrían proporcionar un método filosóficamente neutral y abiertamente empírico de clasificar «significados separados y distintos» (o sentidos) en el lenguaje ordinario, y de este modo aquietar la sospecha de Maxwell y Feigil de que producimos, más que descubrimos, tales distinciones.

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RORTY, R. (1990:96). El giro lingüístico. Barcelona: Paidós Iberoamérica.

Aunque puede existir un método de formular problemas que no implique el uso de palabras en giros inusuales, podemos legítimamente negarnos a considerar el problema hasta que no se produzca de hecho una nueva formulación. ..

Con estos resultados en la mente, podemos retomar ahora la pregunta diferida: ¿disponen realmente los filósofos lingüísticos de criterios de eficacia filosófica que sean suficientemente claros como para permitir acuerdos racionales? El obvio (y nada interesante) que los tienen cuando el asunto sobre el que se requiere acuerdo es suficientemente especializado. Por ejemplo, ha sido por mucho tiempo un desiderátum de la Filosofía del Lenguaje Ideal producir una lógica inductiva que fuera «existencial» en el sentido de que sus cánones pudieran ser determinados en un lenguaje que empleara sólo predicados «descriptivos» y (aproximadamente) el equipo lógico disponible en los Principia Mathematica (evitando de este modo el uso de una noción primitiva como «conexión casual»). Hasta ahora ese intento ha fracasado, pero el criterio de eficacia está suficientemente claro. Sin embargo, cuando preguntamos si existen criterios de eficacia en el logro de la tarea primaria de la filosofía lingüística —disolver los problemas filosóficos— las cosas no están tan claras. La razón primordial por la que los filósofos sueñan con una lógica excepcional inductiva es su convicción de que una vez que la tuviéramos habríamos disuelto el problema de «la naturaleza de la causalidad».

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RORTY, R. (1990:97). El giro lingüístico. Barcelona: Paidós Iberoamérica.

Pero no está claro de ningún modo claro por qué un filósofo que tuviera éxito en proporcionar criterios para distinguir «conjunciones accidentales» de «conexiones casuales» sin tener que apelar a nociones primitivas de «eficacia causal» o «nomologicidad», se habría desembarazado por eso de las perplejidades tradicionales sobre la causalidad. Ya no está claro cuales son las perplejidades. Si un metafísico tradicional, por ejemplo, replica que la lógica inductiva únicamente puede decirnos qué conexiones son causales, pero no que es causalidad, poco es lo que el filósofo del Lenguaje Ideal puede decirnos a excepción de que sabe de la causalidad lo que quiere, y que no entiende cuáles otros problemas pueden surgir.

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RORTY, R. (1990:99). El giro lingüístico. Barcelona: Paidós Iberoamérica.

El interés por los movedizos fundamentos metafilosóficos de la filosofía de Oxford se ha expresado recientemente en el incremento de la atención a la filosofía del lenguaje. Las revistas filosóficas están llenas de artículos que analizan la noción de «significado», «uso (lingüístico)», «regla de lenguaje», «acto de habla», «fuerza ilocucionaria de una preferencia», etc.

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RORTY, R. (1990:100). El giro lingüístico. Barcelona: Paidós Iberoamérica.

Aún es demasiado pronto para hacer una predicción segura sobre los resultados de estos esfuerzos … aun así no está nada claro que estos desarrollos vayan a ayudar a los filósofos lingüísticos a conseguir la clase de «verdades conceptuales» que buscan. Por ejemplo, Zipf, al concluir un intento sistemático, completo y sutil de construir criterios para contestar a la pregunta «Qué significa la palabra “...”» ofrece la siguiente hipótesis sobre lo que significa «bueno»: responde a ciertos intereses. En el curso de su argumentación advierte que ciertas proferencias «que tradicionalmente han sido de interés para los filósofos» —por ejemplo «es bueno ser caritativo» y «una acción caritativa es algo intrínsecamente bueno» — deben ser tratadas como «desviadas». Una razón por la que han de ser tratadas de este modo es que no cumplen la hipótesis de que «bueno» significa «que responde a ciertos intereses», en tanto que esta hipótesis cubre la gran mayoría de las proferencias que contienen la palabra «bueno».

Podemos aceptar muy bien la hipótesis Zipf, pero, entonces tenemos que reconocer que esta versión del significado de «bueno» deja a los filósofos morales sin nada que llevarse a la boca. Después de todo, los problemas tradicionales se han construido con la ayuda de proferencias desviadas. En la práctica, ninguna ética o metaética es compatible con el hecho de que la gran mayoría de los fenómenos lingüísticos relevantes es explicada por la hipótesis de Zipf.

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RORTY, R. (1990:103). El giro lingüístico. Barcelona: Paidós Iberoamérica.

Ahora se puede sugerir que S’ es un análisis correcto de S si se cumplen algunas o todas de las siguientes condiciones:

(1) S’ y S son materialmente equivalentes (esto es, poseen las mismas condiciones de verdad).

(2) S’ y S son materialmente equivalentes en virtud de la estructura del inglés (esto es, el hecho de que tengan las mismas condiciones de verdad puede ser determinado sólo por la lingüística, mejor que por la lingüística más investigación empírica posterior.

(3) Un lenguaje que incluya a S’ más el resto del inglés, pero no a S, sería adecuado como el inglés corriente,

(4) Un lenguaje que contenga a S’ más el reto del inglés, pero no a S, sería menos engañoso que el inglés corriente.

(5) S’ sería aceptado normalmente (sin vacilación, mejor que después de un debate filosófico ) por hablantes del inglés como una paráfrasis adecuada de S, en cualquier conversación no filosófica en la que S tuviera lugar.

La última de esas condiciones podría ser aceptada por un filósofo que insistiera en la fidelidad al lenguaje ordinario. Pero la reflexión deja claro que (5) es tan fuerte como para prohibir cualquier análisis filosóficamente interesante, Habitualmente, los filósofos considerarán tan necesitada de análisis a una paráfrasis normalmente aceptada, como el analizado mismo.

123-124

RORTY, R. (1990:123-124). El giro lingüístico. Barcelona: Paidós Iberoamérica.

En el momento presente, esta alternativa austiniana —la (5) de las precedentes— es la concepción más extendida (en el territorio angloparlante) de cómo sera la filosofía del futuro. Su mayor rival no es ni la (3) ni la (4), sino la (6) —la perspectiva strawsoniana de que no necesitamos limitarnos a una teoría que explica nuestra teoría lingüística, sino que podemos lograr una teoría del lenguaje como tal— sobre cualquier lenguaje, más bien que sobre el conjunto de las lenguas habladas ahora mismo. Este proyecto, que sugiere que el estudio del lenguaje puede llevarnos tanto a ciertas verdades necesarias como una teoría empírica austiniana, abriga la esperanza de que la filosofía lingüística aún puede satisfacer nuestros instintos platónicos, como también los aristotélicos —los instintos que impulsaron a Wittgenstein a escribir el Tractatus—Dista de estar claro cómo los exponentes de este proyecto esperan evitar las dificultades usuales que surgen de la inconmensurabilidad entre las verdades contingentes sobre la conducta lingüística y las verdades necesarias sobre el lenguaje como tal, pero la estrategia general puede vislumbrarse en la siguiente cita de Hamshire.

El argumento de ese capítulo ha consistido en que el uso del lenguaje es una necesidad que nos refiramos a objetos persistentes, empleando algunos criterios de identidad a través del cambio: es una necesidad que el hablante disponga de los medios de señalar su propio punto de vista o punto de partida, ya que él mismo es un objeto entre otros; que cada objeto puede mostrar diferentes apariencias desde puntos de vista diversos: y que cada objeto, incluidas las personas que son usuarios del lenguaje, agentes y observadores, tienen una historia de relaciones cambiantes con otras personas del ambiente. Estos truismos implican consecuencias para la teoría de la percepción, la teoría de la mente, la teoría de la acción… Desde el momento en que su deducción tiene lugar siempre dentro del lenguaje tal como lo conocemos, no podemos aspirar a una finalidad absoluta e incondicionada para tales truismos. Pero la deducción muestra únicamente que no estamos en posición de describir cualesquiera formas alternativas de comunicación entre agentes intencionales que no ejemplifiquen estos truismos.

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RORTY, R. (1990:124). El giro lingüístico. Barcelona: Paidós Iberoamérica.

Hamshire parece sugerir que un lenguaje que no podamos imaginar en uso no es un lenguaje, y que el lenguaje que podemos imaginar en uso está determinado por el lenguaje que utilizamos nosotros mismos. Consecuentemente, podemos inferir limpiamente de las figuras de nuestro propio lenguaje hacia las de algo que hayamos de describir alguna vez como «lenguaje». Para ponerlo crudo, si los marcianos hablan un lenguaje que no ejemplifica los truismos citados, jamás sabremos lo que hacen: de ahí la sugerencia de que lo que hacen no es nada que podamos comprender realmente.

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RORTY, R. (1990:126). El giro lingüístico. Barcelona: Paidós Iberoamérica.

Este breve esbozo de algunos futuros posibles debe bastar. La única moraleja que debemos sacar, pienso, es que las disputas metafilosóficas del futuro se habrán de centrar en la cuestión de reforma versus descripción, o filosofía-como-propuesta versus filosofía-como descubrimiento

BELLO GABRIEL *Introducción. Richard

11-12

Rorty en la encrucijada de la filosofía postanalítica: entre el pragmatismo y la hermenéutica. En RORTY, R. (1990). El giro lingüístico*. Barcelona: Paidós Iberoamérica.

Introducción Gabriel Bello

P. 11-12

«Dada su apuesta por la contingencia y en contra de la universalidad o, en otras palabras, por la universalidad de la contingencia, su regla de valoración jamás podrá ser una ley (del ser o de la razón) y deja en libertad a cualquiera de seguir su ejemplo: introducir otra regla de valoración filosófica»

«Me parece que nos estamos acercando a la entraña de la diferencia que Rorty introduce en la filosofía al construirse a sí mismo como diferente… Pues Rorty no sólo estaría abriendo la puerta a la contingencia de toda valoración, incluida la suya, sino cerrándola a cualquier proyecto de meta valoración: la de un hipotético Otro capaz de introducir su valoración no y como un código contingente, sino como una Ley necesaria y universal, supuesto Espejo d la Naturaleza, Ojo de Dios, o Consenso Racional que expresa la posición colaborativa de una historia devenida Absoluto Comunicacional; un Otro, por tanto, que, dotado, no de una competencia axiológica corriente y, por tanto, de una competencia axiológica corriente y, por tanto, contingente, sino una meta competencia, es capaz de decidir entre el caos de las diversas y, acaso inconmensurables, valoraciones contingentes»

P. 15

«Los problemas filosóficos son problemas de lenguaje» le parezca confusa… Ahora a Rorty duda de que exista una actividad específica, diferencia a la manera de un «género natural», a la que podemos llamar «filosofía» … y tampoco cree que exista tal cosa como «el lenguaje»…

Lo que en realidad hace Rorty al someter a los filósofos lingüísticos a sus (de ellos) criterios meramente hipotéticos de coherencia, es deconstruir la figura de la filosofía que ellos habían construido como expresión de su propia diferencia hacia afuera (la filosofía tradicional) y, hacia dentro, de su común identidad o comunidad de pertenencia…

P. 19

«Basta,, para ello, sustituir el propio deseo, verdadero punto de partida e indicador supremo de contingencia (el contingente poder de definir lo real según el deseo) por un ámbito de necesidad, poblado de ideas, esencias, hechos atómicos o significados analíticos, como base de derivación del código metafísico.

«Si se compara esta actitud con la de Rorty, descrita en el párrafo anterior, se puede apreciar una clara diferencia: la que existe entre el sí, de aceptar, y el no, de rechazar, la competencia de toda codificación y», por supuesto, de toda codificación moral. La actitud de rechazo de la contingencia lleva a buscar fuera, en la mente de Dios, en las leyes de la Naturaleza, en las leyes económicas de la Historia, en las reglas del Método científico, o en los presupuestos regulativos de la Comunicación Trascendental, etc., una conexión necesaria que, operando de «confort metafísico», permita conjurar la contingencia del tiempo y su azarosidad … la aceptación de la contingencia conlleva el rechazo de cualquier tipo de «confort metafísico» con el que Rorty se compromete temporalmente. »

P. 27

«Lo que, en cambio, trata de hacer Rorty es limitarse a deconstruir la pseudonecesidad lógica del cimiento/fundamento de las edificaciones argumentales que amenazan seducirle con su confort metafísico o, en caso contrario, con venirse encima. La táctica empleada por Rorty es este punto consiste en mostrar que lo que los otros pretenden que sólo se puede conseguir con un fundamento que funde una cadena de necesidad firme y segura, se puede lograr de otro modo. ¿Qué es lo que se puede hacer de otro modo?, y ¿cuál es eso otro modo? Lo primero, defender, justificándola, la propia tradición moral o, lo que es lo mismo, la propia comunidad sociocultural de pertenencia (no ya, ahora, la filosófica). Para eso, mantiene Rorty, no e necesario recurrir a ningún tipo de fundamento exterior a e independiente de ella misma como la realidad exterior, o na naturaleza, o el método científico, o la analiticidad del lenguaje. Basta la práctica de la conversación sobre el resto de las prácticas comunales, incluida la conversación misma.» En esto, en «no tener que» conectarla con la cadena de la necesidad, consiste la contingencia de la comunidad; __y en «poder» hacerlo conversacionalmente reside el pragmatismo hermenéutico de Rorty que le ha enfrentado a la manera tradicional y establecida de entenderl__o.